Existen realidades que pocas veces se mencionan al comenzar un tratamiento de fertilidad. Conocerlas puede ayudarte a tomar decisiones más informadas y cuidar de ti en todos los niveles:
Las hormonas SÍ tienen efectos secundarios: los más comunes son inflamación, retención de líquidos, dolor de cabeza, mareo, diarrea o estreñimiento, bochornos y cambios de humor. Esto se debe tanto a la carga hormonal como a la emocional.
La infertilidad es multifactorial: y debe tratarse de forma multidisciplinaria. Un solo especialista no lo sabe todo, acude a nutricionistas, endocrinólogos, psicólogos, inmunólogos y más.
No siempre funciona a la primera: incluso si sigues todo al pie de la letra.
La FIV no es la única opción: existen tratamientos de baja y media complejidad que pueden funcionar según tu caso.
Tu estilo de vida importa: alimentación, suplementación, descanso y manejo del estrés pueden influir directamente en los resultados.
Los seguros médicos NO cubren infertilidad: sin embargo, algunos procedimientos como miomas, pólipos o quistes sí pueden estar cubiertos. Investígalo.
Comprar un “paquete” no siempre es lo mejor: evalúa los costos y beneficios, pide desgloses y compara con otras clínicas.
El PGT no garantiza embarazo: solo ayuda a detectar embriones cromosómicamente normales.
Las tasas reales de éxito NO superan el 70%: y eso en clínicas altamente especializadas.
Nadie ni nada puede asegurarte un embarazo.
Evita el sol durante la estimulación: puede causar melasma.
Ten claros tus límites en tiempo y dinero: este camino puede volverse interminable. Ponle nombre a tus límites y respétalos.
Después de una pérdida gestacional o fallo de implantación, ESTUDIA: no sigas sin más pruebas, busca respuestas.
Es normal sentir coraje o celos cuando alguien anuncia un embarazo: no es personal, es una reacción natural ante el dolor propio.
Aprende a responder a los comentarios incómodos: “relájate”, “vete de vacaciones”, “es cosa de Dios”... son inevitables. Escoge tus batallas.